Conocida también como coitofobia o genofobia, este temor se manifiesta en el miedo a la penetración durante la intimidad. Es común entre mujeres, pero también afecta a hombres. Los traumas pasados, como el abuso sexual, junto con la educación y la cultura, pueden ser las causas. Además, la coitofobia está relacionada con el vaginismo, que es la contracción involuntaria de los músculos de la vagina. En ocasiones, esta fobia puede ser causa y consecuencia del vaginismo. También puede ser una forma en la que se manifiesta un trastorno de ansiedad mayor.
Muchos que padecen esta fobia pueden besarse, acariciarse y jugar previos con su pareja, pero se paralizan en el momento del coito. Esto demuestra la importancia de abordar estos problemas para mejorar la calidad de vida sexual.
La erotofobia se define como el rechazo o temor a los comportamientos sexuales. Incluye juegos previos, la masturbación e incluso conversaciones sexuales. Su origen suele estar en la educación y la cultura de la persona, así como en eventos traumáticos del pasado o la ansiedad.
Se manifiesta de muchas maneras, desde el temor a que se toquen hasta la coitofobia. Puede considerarse que la coitofobia es un "tipo" de erotofobia. Esto muestra la amplitud y la complejidad de estas fobias.
Es la fobia al semen, tanto para verlo como tocarlo. Pueden sufrirlo mujeres y hombres. La causa suele estar en la educación y las creencias erróneas sobre el semen, como considerarlo impuro o asqueroso.
Esta fobia demuestra cómo las creencias y la educación pueden influir en las fobias sexuales. Es importante deshacernos de estas creencias erróneas para mejorar nuestra relación con la sexualidad.
Conocida como falofobia, es el miedo a cualquier tipo de pene, tanto flácido como en erección. Puede afectar a mujeres y hombres. Su origen es diverso, desde una mala experiencia íntima pasada hasta una crianza restrictiva.
Este temor puede impedir que la persona se imagine tener un acto sexual con alguien con pene. Demuestra cómo los eventos pasados pueden influir en nuestras percepciones y emociones sexuales.
Es el miedo a los genitales femeninos, como la vagina. Puede afectar a hombres y mujeres. Las causas son similares a las de la falofobia, como traumas pasados, creencias erróneas y educación sexual restrictiva.
Esta fobia muestra la importancia de abordar las temores y las creencias erróneas relacionadas con la sexualidad para mejorar nuestra autoestima y nuestra relación sexual.
Es el temor a las mujeres hermosas. Puede afectar a hombres y mujeres. Las causas incluyen maltratos recibidos por mujeres hermosas en el pasado, acoso y baja autoestima.
Esta fobia demuestra cómo los eventos pasados pueden influir en nuestras percepciones y emociones hacia las personas hermosas. Es importante trabajar en nuestra autoestima y en la superación de estos traumas.
Es el miedo a perder la erección durante el acto sexual. Solo afecta al género masculino y se manifiesta con dificultad para conseguir o mantener una erección, ansiedad o ataques de pánico durante las relaciones íntimas.
El miedo tiene su origen en el temor de no cumplir con la pareja y en malas experiencias sexuales pasadas. Es importante trabajar en la confianza y en la superación de estos problemas.
Es el miedo general y rechazo hacia los hombres y lo masculino. Padece principalmente las mujeres y se debe a eventos traumáticos, como el abuso sexual o maltratos físicos y psicológicos.
Esta fobia afecta la calidad de vida de las mujeres, dificultando la interacción con los hombres. Es importante trabajar en la superación de estos traumas para mejorar la vida social de las personas.
Es el miedo irracional y la ansiedad frente a las mujeres. Su origen es similar a la androfobia y puede causar otros problemas, como la agorafobia.
Esta fobia muestra la importancia de abordar los temores y las creencias erróneas relacionadas con el sexo para mejorar la salud mental de las personas.
Es el miedo a sufrir una agresión o abuso sexual. Pueden sufrirlo mujeres y hombres. Su origen es la experiencia de violación o de que alguien cercano la haya vivido.
Es una de las fobias sexuales más comunes debido a la alta prevalencia de agresiones sexuales. Es importante trabajar en la prevención y en la superación de estos problemas.
Es el temor a la perversión. Los que la experimentan pueden sentir miedo a que se les perviertan o a que se perviertan ellos mismos. Su origen está en la educación, la crianza y las creencias religiosas.
Esta fobia puede afectar la forma en que las personas se relacionan sexualmente. Es importante trabajar en la superación de estas creencias erróneas para mejorar la salud sexual.
Es el miedo a los besos. Su origen suele estar en un evento traumático del pasado relacionado con los besos. También puede ser el desencadenante de otras fobias, como el miedo a los gérmenes o a los olores de la boca.
Esta fobia muestra la importancia de abordar los traumas del pasado para mejorar nuestra relación social y emocional.
Es el miedo al contacto físico. Hace imposible tener relaciones sexuales y se extiende a otros contextos, incluso con familiares y amigos. Las personas inhibidas, con familiares que padecen ansiedad o con experiencias negativas anteriores al contacto físico, son más propensas a sufrir esta fobia.
Esta fobia demuestra la importancia de trabajar en la superación de los miedos y en la apertura al contacto físico para mejorar nuestra calidad de vida.
Es el miedo a la desnudez. Puede provenir del sentimiento de vergüenza por el propio cuerpo, la cultura y la crianza, o haber sufrido traumas en el pasado.
Esta fobia muestra la importancia de trabajar en la autoestima y en la superación de los traumas del pasado para mejorar nuestra relación con la propia piel y con los demás.
¿Se pueden abordar las fobias sexuales más comunes? Sí. La manera de tratarlas es acudiendo a terapia con un especialista. En la consulta, se puede abordar el miedo irracional utilizando métodos como la terapia cognitiva conductual y las terapias de exposición. También se pueden utilizar técnicas de relajación guiada por profesionales. Así, podemos superar estas fobias y vivir una vida sin miedos.
Es normal experimentar algo de dolor y molestias en la zona después de colocarse un piercing en el ombligo; incluso, con un poco de enrojecimiento e hinchazón. Estos síntomas no deberían ser intensos ni interrumpir las actividades cotidianas. Además, tendrían que disminuir su intensidad con el paso de los días.
No obstante, si aparecen las siguientes señales de modo persistente y potente, deberías sospechar una infección:Hinchazón. Aumento de tamaño alrededor del piercing o aparición de un bulto voluminoso.Enrojecimiento excesivo. La piel alrededor de la joya se torna roja y puede estar caliente al tacto.Secreción. Salida de pus blanco o amarillento. También la excreción de un líquido claro con mal olor.Fiebre. En los casos más severos puede haber malestar general con elevación de la temperatura corporal y escalofríos.Dolor y sensibilidad. Mucha molestia al tocar la zona o al realizar acciones que doblan la piel del abdomen, como agacharse.
No todas las complicaciones de los piercings son infecciosas. A veces, puede suceder una alergia al material de la joya, lo que se manifestará con síntomas similares a los anteriores.
Sin embargo, en general, las reacciones alérgicas no suelen producir secreciones de pus. Se parecen más a una urticaria, un eccema o una dermatitis, con piel reseca en la zona, algo de descamación y picazón.
Tampoco es habitual que las alergias lleven a la fiebre. De todos modos, sí puede sentirse caliente al tacto el área del ombligo.
Se vuelve más sospechosa una alergia al piercing cuando el material del mismo es níquel. Al contrario, es menos probable si elegiste uno de acero inoxidable, titanio u oro.
El tiempo de cicatrización que demanda un piercing en el ombligo lo expone a más riesgos. De todas maneras, una de las causas principales de infección proviene del lugar donde te lo colocaron.
Los centros artísticos y de colocación de joyería que no están acreditados ni supervisados, que no cumplen con las normas básicas de higiene o que son dirigidos por artistas con poca experiencia, aumentan la posibilidad de complicaciones. El profesional que elijas debe usar las medidas de protección básicas, como los guantes, así como esterilizar sus herramientas según los protocolos dispuestos para ello.
Una vez pasada la etapa de la colocación, la responsabilidad recae en ti. Si no llevaste cuidados adecuados tras la perforación, el riesgo se incrementa. Cuestiones sencillas, como no limpiar la zona o usar productos irritantes, pueden ser suficientes para favorecer la infección.
Finalmente, hay que considerar que el ombligo es una región del cuerpo expuesta a mucho movimiento y a una higiene que, a menudo, no es del todo eficiente. Por eso, tomar la decisión de realizarse una perforación allí no se hace a la ligera. Sobre todo, si eres mujer y planeas quedar encinta, ya que el piercing del ombligo debe ser retirado ante un embarazo.
Si todavía no lo hiciste, lo primero que debes realizar ante la sospecha de infección es acudir a un dermatólogo. El profesional evaluará la situación y te indicará los pasos a seguir. Él te autorizará o no a que hagas curaciones en tu hogar o a que uses soluciones de origen natural para limpiar el ombligo.
En caso de que te autoricen o te indiquen curaciones caseras, los pasos son los siguientes:Lava bien tus manos antes de empezar cada curación. Usa agua y jabón para quitar las bacterias de tus dedos.Prepara una solución de agua tibia y un poco de jabón neutro. No utilizarás alcohol ni agua oxigenada, ya que pueden ser irritantes.Moja las yemas de tus dedos en la solución que fabricaste y aplica con cuidado alrededor del piercing.Enjuaga con agua tibia sin jabón.Toma un bastoncillo de algodón y empápalo en suero fisiológico o agua salina que hayas fabricado tú.Aplica el bastoncillo embebido alrededor de la joya, con el cuidado de hacer un buen contacto con la zona perforada.Deja que la piel seque bien al aire y no cubras con gasas ni algodón.
El uso de una compresa caliente en la zona, una vez al día, podría ayudar a acelerar la curación.
Si el cuadro clínico es severo, el dermatólogo podrá recetarte un antibiótico para que tomes por vía oral o para que te coloques en crema sobre la herida. También hay pomadas antimicrobianas de venta libre, pero la recomendación es que te atengas a la prescripción médica.
En general, no se recomienda quitar el piercing infectado. Mantener la joya en su lugar contribuye a evitar que el agujero se cierre. Si eso sucediese, podría ser contraproducente, ya que el pus y las colonias bacterianas quedarían dentro de la piel.
Ahora bien, hay algunas situaciones en las que se decide retirar la joya, siempre bajo la autorización médica. En esos casos, una opción es tener un piercing de reserva no metálico (de acrílico, por ejemplo) para colocar en lugar del original y evitar que el agujero se cierre, hasta tanto quede resuelto el problema.
La primera medida para evitar una infección del piercing del ombligo es recurrir a profesionales de la perforación. Asegúrate de acudir a un estudio certificado por las autoridades y que cuente con artistas de experiencia. Revisa que cumplan con las normas básicas de uso de guantes y empleo de material esterilizado.
Luego, tras la perforación, sigue estos consejos:No juegues con la joya.Usa ropa suelta y holgada por unos meses. No te coloques prendas ajustadas que rocen o causen presión sobre el piercing.Conserva la higiene de la zona perforada. Lávate las manos con agua y jabón antes de tocar la joya y respeta las indicaciones que te dieron.Seca al aire o usa gasas estériles. Evita el algodón seco en grandes cantidades para quitar la humedad porque podría dejar pequeñas fibras que faciliten la colonización por parte de las bacterias.Limpia tu piercing de ombligo dos o tres veces por día. No uses alcohol ni agua oxigenada, sino solución salina o suero fisiológico. Te puedes ayudar con un bastoncillo de algodón para alcanzar todas las partes bajo la joya.Posterda algunas actividades que podrían ser riesgosas en los primeros meses de cicatrización. Por ejemplo, nadar en piscinas o usar saunas y jacuzzis. Tampoco deberías sumergirte en ríos o lagos hasta que estés seguro de que el orificio cicatrizó.
Cuidar el piercing es cuidar la salud y la estética. Si cumples con las indicaciones para cuidar tu piercing en el ombligo tras la perforación, no mantendrás solo la estética de la zona, sino también la salud. Aunque los casos severos con riesgo de vida son raros, las infecciones pueden ser complicaciones graves si avanzan sin un tratamiento adecuado.
La buena noticia es que las puedes prevenir y abordar con medidas sencillas. Mantente atento a los signos de infección para consultar a un profesional de la salud si se presentan.
Recuerda que la elección de un perforador calificado y el cuidado posterior riguroso son las claves para disfrutar tu joya sin problemas, sea que se encuentre en el ombligo, en la oreja o en cualquier otra localización. Sé responsable con tu decisión y quítate todas las dudas que tengas antes, durante y después del proceso de colocación.