Este es el método más común y recomendado. Protegemos la mano envolviéndola en un paño o usando un guante resistente. Luego, buscamos la bisagra de la ostra (la unión de las dos conchas) y la colocamos con la parte plana hacia arriba y la bisagra hacia nosotros. Insertamos la punta del cuchillo en la bisagra con cuidado, aplicando presión y moviendo el cuchillo en un movimiento de torsión hasta que escuchemos un “clac”. Una vez rota la bisagra, deslizamos el cuchillo por el borde superior para cortar el músculo que mantiene unidas las dos conchas. Finalmente, limpiamos y servimos la ostra con su jugo natural.
Para garantizar la frescura de la ostra, es importante usar un cuchillo específico para abrir ostras y tener un paño de cocina. Esto nos permitirá abrir las ostras sin dañarlas y disfrutar de su sabor natural.
Este método es ideal para quienes se dan miedo a abrir ostras con un cuchillo. Colocamos las ostras en una vaporera con un poco de agua y ponemos al fuego. Dejamos que se abran en un par de minutos al vapor. De esta manera, las ostras se abren sin necesidad de fuerza ni cuchillos especializados. Sin embargo, es importante recordar que al abrir las ostras de este modo, ya no están vivas como tal, ya que se han cocinado un poco.
La idea es hacer un cambio de temperatura repentino y aprovechar la contracción y expansión de la concha al someterla a cambios bruscos de temperatura. Metemos las ostras en agua caliente durante unos 30 segundos y luego las metemos en agua con hielo. Las ostras se abrirán ligeramente, lo que nos permitirá terminar de abrirlas con un cuchillo.
He de decir que alguna vez que se me han resistido las he abierto a golpes. Colocamos siempre la ostra en un paño y en la bisagra le colocamos un destornillador. Le damos golpes hasta poder meterle el cuchillo y hacer palanca. Aunque este método es antiguo y un poco burro, a veces es lo único que funciona.