Drazen Dalipagic, figura icónica del baloncesto yugoslavo y mundial, ha fallecido a los 73 años tras una prolongada enfermedad. Nacido en Mostar, Bosnia, este alero se destacó tanto en competiciones europeas como internacionales. Su carrera abarcó dos décadas, durante las cuales acumuló un impresionante palmarés, incluyendo tres medallas olímpicas y múltiples títulos continentales. Reconocido por la FIBA y el Hall of Fame de Springfield, Dalipagic dejó una huella indeleble en el deporte.
Dalipagic comenzó su trayectoria en el Partizán de Belgrado, donde brilló con promedios superiores a 27 puntos por partido. Tras nueve años, emprendió viajes que lo llevaron a Venecia e, incluso, a España, donde jugó brevemente para el Real Madrid. Cada etapa de su carrera estuvo marcada por actuaciones excepcionales y récords inigualables.
Su paso por Italia fue particularmente sobresaliente, logrando marcas increíbles como los 70 puntos en un solo encuentro. En total, anotó más de 50 puntos en quince ocasiones distintas. Estos números no solo reflejan su habilidad individual, sino también su capacidad para liderar equipos hacia la victoria. Además, su contribución al baloncesto italiano elevó el nivel competitivo de la liga durante su estadía.
Más allá de sus logros en clubes, Dalipagic fue una pieza clave en la selección yugoslava, convirtiéndose en el máximo anotador histórico con 3.700 puntos en 243 partidos. Sus actuaciones en competiciones internacionales fueron fundamentales para el éxito del equipo, obteniendo una medalla de oro, plata y bronce en Juegos Olímpicos, además de un Mundial y tres Eurobasket consecutivos.
El reconocimiento internacional llegó cuando fue incluido en la lista de los 50 mejores jugadores de la historia por la FIBA y posteriormente ingresó al Salón de la Fama de Springfield. Su legado no solo reside en sus estadísticas, sino en cómo transformó el juego, influyendo en generaciones futuras de jugadores. La memoria de Dalipagic perdurará como un símbolo de excelencia y dedicación en el mundo del baloncesto.
La temporada de los Lakers está en un punto crítico, y tanto LeBron James como Anthony Davis están presionando para que el equipo adquiera nuevos jugadores. El dúo estelar cree que con las piezas adecuadas pueden volver a conquistar la NBA. Sin embargo, la directiva del equipo mantiene una actitud cautelosa debido a las limitaciones en recursos de intercambio, especialmente rondas de draft futuras.
El tiempo se agota para realizar movimientos significativos antes del cierre del mercado el 6 de febrero. Los Lakers han mejorado respecto al año pasado, ocupando actualmente el quinto lugar en la Conferencia Oeste. A pesar de esto, pequeños ajustes no parecen suficientes para transformarlos en verdaderos contendientes. La reciente adquisición de Dorian Finney-Smith junto con Shake Milton es solo un paso modesto hacia ese objetivo.
LeBron y Davis buscan activamente fortalecer la plantilla, destacando la necesidad de incorporar jugadores altos y defensivos que puedan complementar su estilo de juego. Davis ha expresado su deseo de tener un pívot experimentado a su lado, lo que le permitiría jugar más tiempo como ala-pívot, una posición donde considera ser más efectivo. La gestión de estos deseos recae en Rob Pelinka y su equipo, quienes trabajan incansablemente para mejorar la rotación sin comprometer el futuro del equipo.
En este escenario, la determinación de LeBron y Davis refleja un espíritu competitivo indomable. Están motivados no solo por el deseo de ganar otro campeonato para la ciudad de Los Ángeles, sino también por el anhelo de validar el título obtenido en la burbuja de 2020. Su convicción en que faltan solo uno o dos jugadores clave para alcanzar ese objetivo demuestra que el sueño sigue vivo. Este impulso positivo puede ser justamente lo que necesita el equipo para superar los desafíos que se avecinan y perseguir sus ambiciones colectivas.
El cineasta Brady Corbet ha trascendido su pasado como actor para convertirse en una figura esencial en el mundo del cine contemporáneo. Su trayectoria, que comenzó con papeles memorables en películas dirigidas por figuras emblemáticas como Michael Haneke y Lars von Trier, ha evolucionado hacia una dirección cinematográfica que desafía las convenciones y aborda temas profundos. En 2015, Corbet sorprendió al público con "La infancia de un líder", una exploración cruda del fascismo en Europa. Ahora, con "The Brutalist", una epopeya de tres horas y media filmada en 70 mm, Corbet se supera a sí mismo, ofreciendo una reflexión poderosa sobre el pasado y el presente.
Corbet utiliza su obra para cuestionar y desafiar las narrativas dominantes. La película cuenta la historia de un arquitecto que emigra a Estados Unidos tras el Holocausto, enfrentándose a los retos de una nueva vida mientras refleja los traumas del pasado. A través de esta narrativa, Corbet explora no solo la identidad personal, sino también la política y la memoria histórica. El director sostiene que el fascismo de antaño repite sus gestos en el presente, subrayando la importancia de recordar y aprender de la historia. Además, "The Brutalist" aborda temas cruciales como la inmigración y la redención a través del arte, destacando la capacidad humana de reconstruirse después de tragedias profundas.
Corbet ve el cine como un medio de rebeldía y contestación, inspirándose en directores que desafiaron las normas de su tiempo. Desde King Vidor hasta Nicolas Roeg, estos cineastas compartieron una ambición que hoy parece olvidada. Corbet critica la industria actual, donde el streaming y la falta de visión han cambiado el panorama. Sin embargo, cree firmemente que el público anhela experiencias únicas que no pueden ser replicadas en casa. Para Corbet, la clave está en crear películas que ofrezcan algo más allá de lo convencional, invitando a los espectadores a reflexionar y debatir. En este sentido, "The Brutalist" aspira a ser una obra significativa que impulse conversaciones importantes sobre temas sociales y políticos.
En un mundo donde la historia tiende a repetirse, Corbet nos recuerda la importancia de mirar hacia atrás para entender mejor el presente. Su trabajo invita a una reflexión profunda sobre el papel del arte en la sociedad y la necesidad de preservar la memoria histórica. Al hacerlo, Corbet no solo nos ofrece una experiencia cinematográfica excepcional, sino también una llamada a la acción para construir un futuro más consciente y compasivo.