La película "Emilia Pérez", dirigida por Jacques Audiard, aún sin estrenarse oficialmente en México, ya ha provocado un intenso debate nacional. Protagonizada por Karla Sofía Gascón, Zoe Saldaña y Selena Gomez, la cinta ha generado críticas generalizadas sobre su representación de las costumbres mexicanas. El clímax del debate se produjo cuando el director y una de las actrices mexicanas no asistieron a la proyección previa al estreno, lo que desencadenó acusaciones de cobardía en redes sociales. Los detractores argumentan que la película presenta una visión reduccionista de México y utiliza al país como escenario secundario, mientras que algunos defensores destacan su calidad cinematográfica.
El pasado martes, apenas horas antes de una proyección especial para estudiantes de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), se anunció que Jacques Audiard y Adriana Paz, la única actriz mexicana del proyecto, no asistirían debido a problemas logísticos. Aunque estaba programada una sesión de preguntas, nadie del equipo de producción acudió. Este vacío dejó a Adriana Paz enfrentando las críticas sola, lo cual fue visto por muchos como un acto de cobardía por parte del director. En redes sociales, usuarios expresaron su descontento con comentarios como: «Audiard debería haber estado presente para responder a las críticas».
Los detractores de la película sostienen que presenta una visión simplista y estereotipada de México. Además, señalan que ni siquiera se filmó en el país, sino en estudios parisinos, y que solo una de las cuatro actrices principales es mexicana. Otro punto controvertido es cómo aborda temas sensibles como la desaparición de personas a manos de grupos criminales, lo cual puede ser percibido como frívolo. Tatiana Romero, activista antirracista y transfeminista mexicana residente en España, criticó la película por presentar «explicaciones simplistas y reduccionistas de realidades complejas».
En contraste, figuras del sector cultural mexicano han ofrecido apoyo a la película. Guillermo del Toro defendió la cinta como «hermoso cine», y Issa López la calificó como «obra maestra». Sin embargo, Rodrigo Prieto, otro cineasta, fue muy crítico con la falta de participación de mexicanos en la producción. Además, la representación del género en la película ha sido objeto de debate. Algunos consideran que raya en la transfobia, especialmente en la forma en que retrata la transición de género de la protagonista, interpretada por la actriz trans Karla Sofía Gascón.
Ante la creciente controversia, Jacques Audiard se vio obligado a emitir disculpas públicas. Reconoció que si hay elementos en la película que resultan ofensivos para los mexicanos, lamento profundamente cualquier molestia causada. Este incidente refleja la sensibilidad y la importancia de la representación auténtica y respetuosa en el cine internacional.
La película dirigida por Laetitia Dosch presenta un juicio inusual donde un perro es el acusado por morder a una mujer. A través de la historia, se explora la responsabilidad del animal frente a sus acciones y cómo esto refleja aspectos humanos contemporáneos. La trama se complica al agregar elementos como xenofobia y misoginia, pero más allá de las apariencias superficiales, surge una fábula profunda sobre nuestra propia naturaleza y limitaciones.
En este debut cinematográfico, una abogada especializada en derechos animales enfrenta un caso singular. Un tribunal juzga a un perro por su comportamiento agresivo hacia una mujer. Este planteamiento invita a reflexionar sobre la capacidad de los animales para ser considerados responsables de sus actos, llevando al espectador a cuestionarse si tal atribución tiene fundamento o simplemente revela nuestras propias fallas y prejuicios.
El desarrollo del juicio desentraña capas adicionales de complejidad. Cuando se descubre que la víctima es una joven portuguesa, el perro es etiquetado no solo como un peligro, sino también como un símbolo de xenofobia y misoginia. Sin embargo, esta interpretación va más allá de lo evidente, convirtiéndose en una metáfora hábilmente construida que critica los nuevos movimientos políticos y sociales actuales. La directora logra mantener al público intrigado mientras despliega una narrativa que combina humor con seriedad, forzando una introspección colectiva sobre nuestras burbujas ideológicas y nuestra condición animal.
La película utiliza el contexto del juicio para provocar pensamientos sobre nuestra relación con los animales y entre nosotros mismos. La protagonista, una defensora de animales, debe lidiar con la imposibilidad de razonar fuera de nuestras propias burbujas ideológicas y culturales. Esta exploración nos lleva a reconsiderar qué significa ser humano y cómo nuestras acciones pueden ser vistas desde diferentes perspectivas.
A medida que avanza la trama, emerge una crítica velada a los extremismos modernos. El film sugiere que, al igual que el perro, estamos sujetos a impulsos primitivos que a veces salen a flote en formas preocupantes. Laetitia Dosch logra crear un trabajo que es tanto una sátira como una meditación seria sobre la condición humana. A pesar de su presentación inicial como una comedia ligera, la obra gira sorprendentemente hacia terrenos más oscuros y reflexivos. Al final, queda claro que esta película es mucho más que una simple historia; es una invitación a mirarnos a nosotros mismos a través del espejo distorsionado de un juicio canino.
En esta obra cinematográfica, el director iraní Mohammad Rasoulof explora las complejas dinámicas del poder a través de una familia aparentemente estable. La película se centra en cómo las estructuras de autoridad pueden infiltrarse en los aspectos más íntimos de la vida cotidiana, alterando gradualmente las percepciones y acciones de sus miembros. A medida que la trama avanza, se revelan las contradicciones entre la vida protegida dentro del hogar y la realidad cruda del mundo exterior. Este análisis no se limita al contexto específico de Irán, sino que ofrece una reflexión universal sobre cómo los sistemas de poder pueden distorsionar las relaciones humanas y la conciencia social.
En un entorno urbano sofisticado, Rasoulof presenta a una familia con una posición social privilegiada. El patriarca es un juez influyente, mientras que su esposa y sus hijas adolescentes viven en un ambiente protegido, alejadas de las tensiones sociales externas. Sin embargo, este equilibrio empieza a tambalearse cuando el juez se enfrenta a decisiones éticamente complicadas en su trabajo y sus hijas comienzan a cuestionar las injusticias que observan en su entorno. Un incidente inesperado —la desaparición de una pistola— desencadena una serie de eventos que exponen las grietas en su existencia apacible.
La narrativa se desarrolla en un tono tenso, donde lo que queda fuera de cámara es tan significativo como lo que se muestra. Rasoulof utiliza imágenes reales para ilustrar la crueldad del régimen, creando una alegoría vívida de cómo el poder puede corromper y dominar. Especialmente destacable es la evolución del personaje de la madre, quien experimenta un profundo despertar de conciencia, reconociendo finalmente que el sistema que ha sostenido su vida es inherentemente destructivo.
Desde una perspectiva periodística, esta película nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del poder y su capacidad para infiltrarse en nuestras vidas. Nos recuerda que incluso en contextos aparentemente estables, las estructuras de autoridad pueden estar erosionando silenciosamente nuestros valores fundamentales. La transformación personal, especialmente en figuras como la madre, sugiere que hay esperanza en la resistencia y el cambio, impulsados por aquellos que están dispuestos a cuestionar y desafiar el statu quo.